30 jun 2011

Este si que no se hizo de abajo

Por Juan Pedro Passucci


La historia de Alberto José Márcico es una de las pocas en que un jugador logra triunfar en Primera División sin haber pasado por las inferiores de ningún club.
“El Beto”, como es conocido popularmente, se divertía a diario con sus amigos de la villa donde vivía. Allí pasaban las horas jugando al fútbol por placer, y muchas otras veces por dinero.
Un día como cualquier otro, Márcico estaba con sus compañeros de fútbol de todas las tardes, esta vez en los campitos de Avenida Montes de Oca al 700 ubicado en el barrio porteño de Barracas, cuando fue observado por Carlos Timoteo Griguol, entrenador de Ferro en aquel entonces. Este lo espero a que termine de jugar e inmediatamente lo tentó para que fuera a jugar al club de Caballito.
Márcico se presentó al día siguiente, y luego de una serie de entrenamientos con el plantel de Tercera División paso a integrar el equipo de Primera. Con 20 años se produjo su debut en la máxima categoría del fútbol argentino de la mano del entrenador que lo había visto jugar aquella tarde en Barracas.
Se destacaba por su gran pegada, por el manejo del cuerpo para deshacerse de los adversarios, por su habilidad, potencia y buena gambeta.
Llegó a Ferro en lo que seguramente haya sido el mejor momento institucional de la historia de dicho club. Consiguió dos campeonatos (uno de ellos de manera invicta) y dos subcampeonatos, en tan sólo cuatro años.
Al año siguiente partió al Toulouse francés donde estuvo durante siete temporadas, jugo a gran nivel y es muy recordado en aquel país.
En 1992 regresó a Argentina para jugar en Boca Juniors, equipo del cual es hincha. Obtuvo tres títulos con el club de sus amores y rápidamente se transformo en ídolo de la institución azul y oro.
El final de su carrera se acercaba y por ello fue tentado para volver a Ferro, el club que lo vio nacer, que era dirigido por sus ex compañeros Gerónimo “Cacho” Saccardi y Oscar Garré.
Sin embargo, su relación con Griguol pudo más, y se fue a Gimnasia y Esgrima La Plata, donde él estaba como entrenador. Anduvo muy bien en su primer torneo, tanto es así que Daniel Alberto Passarella, técnico de la Selección, decidió convocarlo para las Eliminatorias del Mundial de Francia, aunque no alcanzo a jugar ni un minuto.
Pero luego una serie de lesiones lo marginaron un tiempo largo de las canchas e hicieron que solamente dispute 15 partidos en las dos temporadas siguientes con el club platense y así se vio obligado a ponerle punto final a su carrera futbolística.

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